El placer es transitorio – La felicidad es permanente
Todas las cosas exteriores -personas, objetos y experiencias- son impermanentes en su naturaleza y están siempre sufriendo cambios. A medida que cambian las circunstancias y las condiciones cambian la sensación de placer derivado de ellas. Esto es fácil de ver en nuestra propia vida. Los amantes pueden convertirse en enemigos y los enemigos pueden convertirse en amigos. Los objetos que una vez admiramos ya no tienen interés. Los gustos cambian. Las necesidades cambian. La vida cambia. Como resultado, el placer en su dependencia de estímulos externos está siempre en flujo. Es voluble y siempre cambiante. Es como un objetivo en movimiento. Es por eso que siempre lo perseguimos y nunca podemos mantenerlo en su lugar.
Nos persiguen placeres como correr tras un objetivo en movimiento. Tenemos que correr más rápido y más rápido como si estuviéramos en una rueda de ardilla fuera de control. Por eso la búsqueda del placer en el mundo exterior es implacable, agotadora, desilusionadora y al final insatisfactoria. Y sin embargo nos empujan más y más por las innovaciones interminables de nuestras industrias de publicidad y marketing. Nos mantienen en la rueda de ardilla y florezcan en la inconstancia del placer y en la falsa concepción de que el placer es igual a la felicidad.
La felicidad auténtica es permanente. No se basa en personas, objetos o experiencias. Se basa en una mente sana y corazón abierto. Cuando descubrimos cómo vivir en nuestro yo auténtico, la felicidad se encuentra en este centro de nuestro ser. No veremos ni estaremos en contacto cuando estamos ocupados persiguiendo el placer. Sin embargo, siempre está ahí, debajo de nuestra búsqueda externa. Simplemente está nublado por nuestra obsesión con el mundo exterior. Una vez que vemos nuestra felicidad natural, la conocemos y permanezcamos en ella, descubriremos su naturaleza inmutable. Descubriremos que la felicidad auténtica, a diferencia del placer, es permanente e inmutable.
El placer se centra en la auto-felicidad se centra en otros
El placer es un impulso egocéntrico. Su única preocupación es obtener el confort personal y la seguridad del mundo exterior. Se trata de satisfacer las propias necesidades, incluso cuando esto significa causar daño a otros, incluyendo a aquellos a quienes afirmamos que amamos más.
Hacemos un gran daño tanto individual como colectivamente cuando actuamos de una motivación egoísta, y al final egoísmo bloquea el camino hacia la felicidad. Además, estamos separados de otros porque los usamos egoístamente como objetos de placer, y sistemáticamente violamos nuestro ambiente para destilar fragmentos de placer personal o de nosotros mismos. Esta búsqueda egoísta del placer daña la vida y nos desconecta de la auténtica felicidad.
La felicidad es desinteresada. Se trata de otros. Naturalmente, busca conectarse con los demás en lugar de buscar extraer placer de ellos. Y cuando somos auténticamente felices queremos la misma felicidad para los demás. Por qué no? ¿No merecen otros y desean la felicidad lo mismo que nuestro yo? Más aún, nos regocijamos en la felicidad de los demás. La felicidad de los demás se suma a la nuestra. El placer es egoísta. La felicidad es otra centrada. Esta es la tercera manera en que el placer difiere de la felicidad.