El placer y la felicidad no son lo mismo
Vamos directamente al punto. El placer, que se confunde con la felicidad auténtica, es la experiencia de satisfacción y deleite que atribuimos a un estímulo externo. Simplemente declaramos que ciertas personas, objetos y experiencias son satisfactorias y otras insatisfactorias. Nos orientamos hacia lo que es placentero y evitamos lo que consideramos desagradable. El placer es visto como residente en una persona externa, objeto o experiencia.
La felicidad es muy diferente. La felicidad es la experiencia de paz, deleite y alegría que naturalmente surge de una mente sana y sabia y un corazón compasivo y amoroso. Su fuente es interna más que externa. Es auto cultivado dentro más que buscado en el mundo externo. Es duradera e inmune a las inevitables adversidades de la vida.
Cuando buscamos el placer en el mundo externo, confundiéndolo con la auténtica felicidad, nos convertimos en buscadores de aquí y allá para recoger lo que podemos de una aparente escasez de tales experiencias. Y cuando encontramos islas de placer las protegemos contra cualquier amenaza, real o imaginada.
En contraste, a medida que progresivamente experimentamos la auténtica felicidad, nos convertimos más en agricultores que cultivan una cosecha sin fin. Hay tanto que lo regalamos. Nos rezuma y toca todo y todo el mundo.
Sin embargo, persistimos en actuar como si el placer es lo mismo que la felicidad. Tal creencia equivocada o falsa se llama una ilusión. Un eco, un espejismo o un tren que parece encontrarse en la distancia son ejemplos de falsas percepciones. Son ilusiones. La forma en que aparecen no es la forma en que realmente existen. Lo mismo ocurre con el placer y la felicidad. Creemos que el placer es lo mismo que la felicidad. A primera vista se ve así y sabe de esa manera, pero no lo es. Fracasar en ver la verdad de sus profundas diferencias nos une a una búsqueda sin fin de placer y nos impide alcanzar lo real. Este es el núcleo del problema. Por eso no conocemos ni vivimos una auténtica felicidad. No podemos, mientras persigamos el placer y pensemos que son iguales.
Si miramos más de cerca veremos claramente las diferencias entre placer y felicidad. Veremos que el placer depende de personas externas, objetos y experiencias. La felicidad proviene únicamente del interior. El placer es transitorio y voluble. La felicidad es estable. El placer se centra en uno mismo. La felicidad se centra en los demás. El placer siempre conduce al sufrimiento. La felicidad siempre conduce a más felicidad. Y, por último, el placer es un estado momentáneo y la felicidad un rasgo permanente. Veamos estas diferencias una a una. Al entender correctamente estas diferencias vamos a socavar progresivamente la ilusión de que el placer y la felicidad son los mismos y darse cuenta de la verdad, el placer nunca puede conducir a la felicidad.